ALMARO

ALMARO: UNA MODA PARA EL ALMA

La historia de Almaro germinó en uno de los momentos más inciertos de los últimos años: la etapa inicial de la pandemia. En ese contexto, tres mentes creativas —Camila, Sofía y Paula— se unieron para experimentar y canalizar su pasión por el diseño. Lo que comenzó como un proyecto casi fortuito, rápidamente cobró forma y sentido en una marca que se rige por la calidad antes que la cantidad, la producción local y una férrea oposición a la lógica del fast fashion.

Camila, una de las fundadoras, describe su inclinación hacia la creación con las manos y la curiosidad que la impulsa a investigar cada proceso que toca:

“Soy una persona a la que le gusta hacer muchas cosas con las manos, crear y no estar tanto en la pantalla. Me gusta saber cómo se hacen las cosas y hacerlas aunque me salgan mal”.

Ese amor por la experimentación desembocó en piezas que destilan libertad y comodidad. En Almaro, cada prenda es diseñada para adaptarse a quien la lleve puesta, sin importar tallas o clasificaciones de género. Sofía, también cofundadora, enfatiza:

“Queremos abrir las puertas a que todos puedan usarnos, que todos se sientan libres de usar lo que quieran usar. Tratamos lo más posible de usar ‘deadstock’ y nos queremos meter más eventualmente al upcycling”.

EN CONTRA DEL FAST FASHION Y SU MODELO DESECHABLE

Almaro nace con la convicción de que la moda puede ser responsable y sustentable. Su estrategia esencial para marcar la diferencia se basa en el uso de telas “deadstock”, es decir, materiales sobrantes de grandes producciones que, de otro modo, terminarían en la basura. La producción en cantidades limitadas es, por un lado, una forma de mantener la exclusividad y, por otro, de evitar el desperdicio masivo característico de muchas compañías de fast fashion.

Camila expone con claridad la postura de la marca frente a la sobreproducción y el consumo desmedido:

“Como que hay mucha explotación ahí (en el fast fashion) y ya no queremos ser parte de eso. Al final, nos encanta la ropa, pero bien hecha, que venga de un buen lugar. Me gusta la idea de que si te llevas una camisa, solo se hicieron tres, porque conseguimos esa tela y ya no hay más”.

Cada diseño de Almaro prioriza la comodidad y la permanencia en el guardarropa de quien lo adquiera. Aunque la idea de crecer es atractiva, sus fundadoras insisten en que jamás sacrificarán sus valores ni transformarán su modelo de negocio en una producción masiva. Las telas se obtienen de proveedores locales y su confección se realiza en talleres cercanos, donde las condiciones laborales son justas y transparentes, y donde se cuida cada detalle para que las piezas duren y conserven su encanto.

CÓMO VESTIR EL ALMA: COLABORACIONES Y VISIÓN DE FUTURO

Almaro no es solo una marca de ropa, sino un espacio de creación y colaboración. El proyecto ha integrado a otros artistas y diseñadores en la búsqueda de nuevas expresiones, desde intervenciones en lienzos de lino oxidado hasta la reutilización de retazos para crear accesorios y bolsas. Sofía explica cómo imaginan su crecimiento:

“No queremos pertenecer a esa industria que explota; preferimos colaborar con gente local y crear algo que sea más acogedor que una marca grande. Nuestra ropa tratamos lo más posible de usar ‘deadstock’… y así continuar trabajando con personas que aporten perspectivas diferentes”.

Entre sus planes a futuro también destaca la intención de abrir una sección de prendas de segunda mano y rescatar piezas antiguas a través de técnicas de upcycling. De esta manera, Almaro reafirma su compromiso con la sustentabilidad, el comercio local y la importancia de una comunidad que valore la historia y el origen de lo que viste.

En un panorama saturado por la inmediatez y la lógica del “usar y tirar”, Almaro se alza como una voz que promueve la conciencia y la creatividad. Sus fundadoras demuestran que la moda puede ser una vía para expresar la esencia de cada persona sin dañar al planeta ni condenar a la industria a la explotación. En Almaro, vestir va más allá de lo estético: se trata de brindar un hogar a las ideas, rescatar materiales olvidados y, en última instancia, vestir el alma de quienes buscan autenticidad en cada prenda que eligen.